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Toman la UDLAP por la fuerza

La UDLAP por la fuerza

por Rodolfo Herrera López

 La toma de la UDLAP es un recordatorio para vivir con los pies en la tierra. Protestar es otra ocasión para que regresemos a nuestra infancia. Ante el dinero y el poder, el resto es jugar a partir de un “te imaginas si”, como la canción de John Lennon. Educación, respeto, derechos y demás, son otros nombres para el éter. Por lo mientras, lo real ocurre. 

Que la policía estatal ande en la Universidad de las Américas Puebla con la misma eficacia que en los retenes —tan benéficos para el flujo en las carreteras mientras la delincuencia ocurre—, demuestra que Max Scheler se equivocó al reconocer los grados que tienen los bienes y los valores: hizo su escala al revés [1]

La salud es un valor vital y la UDLAP lo tiene muy claro. Desde que inició la pandemia ha buscado desarrollar un protocolo cuidadoso y, por mucho, más responsable que las medidas sanitarias del gobierno, que han sido placebos durante estos 16 meses de presencia del virus en nuestro país. Sin embargo, las “autoridades” entraron a la Universidad sin seguir estos protocolos. Quizás sean reencarnaciones de Jinmu Tennō y los cubre un manto de inmunidad divina ante la COVID-19. 

La educación es un valor de conocimiento, pero aquí los intereses económicos, que son un valor útil, y  políticos son los que decidirán el futuro de personas (estudiantes, empleados, dueños de comercios y arrendatarios) cuyo desarrollo y preservación es prioridad en la escala. Junto con las personas están más de 200 programas culturales al año, 4 de las acreditaciones de calidad educativa más importantes, satisfacción del 97% de egresados en relación a la formación que recibieron y  93% de quienes se encuentran aún en ella. 

Pero, por encima de todo, está la política, no la que busca servir a las personas y preservar los recursos (esos que simplemente nos permiten existir), sino la que poco a poco se convierte en una carrera para quienes el talento y la inteligencia no es ni don ni prioridad. Esa política de intereses personales y palancas es la que va a decidir si el terreno de Santa Catarina Mártir nos trae un nuevo hotel o un posgrado en educación.

Si los valores de conocimiento y derechos de las personas triunfan, podemos esperar algo de nuestro país. De otra forma, convendrá que el socavón se extienda 1, 972.5 millones de kilómetros más.

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[1] Hace más de 100 años, en 1916, Max Scheler terminó su obra maestra: El formalismo en la ética y la ética material de los valores. Ahí revisó la manera en que hemos construido nuestras relaciones humanas y se dio cuenta de que los valores y bienes que las constituyen tienen grados. Los valores más altos ayudan a preservar la vida y algo que a veces nos importa más que ella: nuestra sociedad. Si un valor más bajo daña a un valor mayor lo único que sucede es la guerra y la exclavitud; en pocas palabras, nuestras formas de violencia. La escala sigue este orden: lo que es agradable, lo útil, lo vital, el conocimiento, lo ético, lo estético, lo sagrado. Llegar a entender esta escala y ejercerla ayuda a preservar la dignidad de todo lo vivo.


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