Remoria
Chairos y fifís: nuestra guerra más antigua
Por Rodolfo Herrera López
No fue el
presidente quien dividió al país, pero sí se aprovechó de ello y cada vez
acentúa más las diferencias. Sin embargo, hemos estado divididos desde que
Hidalgo tomaba el té con la Corregidora y asociados, incluso antes. Quizás
desde siempre. Eso es porque pensar la realidad como blanco y negro, bueno y
malo, chairos y fifís, además de simplista nos es natural. Pero es por un error
de pensamiento y de juicios sobre lo que nos rodea. Esta manera de pensar tiene
tres nombres: falacia de la falsa dicotomía, falacia de composición y falacia
de división. No entro en detalles, sólo les dejo un ejemplo para que vean por
dónde van estos atajos de la inteligencia: alguien cuestiona si la beca Benito
Juárez favorece a la economía del país. La conclusión a la que se llega de
inmediato es que se trata de un fifí. O lo contrario: alguien resalta que sí es
fundamental hacer frente a la corrupción en México porque nos tiene en un
abismo eterno[1].
Conclusión: es un chairo. Estoy siendo, también, simplista, pero por ahí va
nuestra situación ideológica y social en México.
Una
aclaración, la vida es de gamas que se mueven y que, incluso se funden y es muy
difícil distinguirlas y definirlas. ¿Acaso no es evidente que está llena de
variaciones, es impredecible, se mueve y no la podemos encasillar? Sin embargo,
la hemos hecho de polos, categorías, etiquetas, grupos y divisiones y ese es el
problema.
En
el caso de México estas ilusiones de nuestro pensamiento han hecho crecer al
racismo, malinchismo, machismo, clasismo, sexismo y partidismo (no sólo social,
también intelectual. Si no me creen chequen el vínculo que les dejo más abajo
sobre un caso de CONACYT[2]).
Una sociedad así de discriminatoria no promete mucho.
Sobre
el asunto de derecha e izquierda. En realidad, México no ha tenido gobiernos de
izquierda. La ciudad de México se jactaba de tenerlo; pero, cuando se notan los
datos del INEGI sobre la distribución de oficinas que prestan servicios
profesionales, la ubicación de centros de cultura, población que puede
estudiar, dónde hay más concentración de viviendas, densidad de trabajadores, y
demás, pues… simplemente uno se da cuenta de que las desigualdades que un
gobierno de izquierda suele combatir, en
la ciudad de México están muy bien acentuadas y no fueron atendidas durante los
20 años de gobierno de este supuesto polo. Somos un país conservador que aún
está lejos de legislar para, simplemente, el progreso en asuntos de salud y
seguridad pública.
Las
desigualdades en México van mucho más allá de la actual división geográfica y
del porcentaje de asientos en la cámara de diputados. Los desniveles y poco
desarrollo económico, social, cultural, de servicios públicos, educativos,
desarrollo de ciencia, tecnología e industria son muy antiguos y no vienen de
partidos, sino de intereses individuales. También son por un país que funciona
por los contactos para alcanzar poder y no porque el escogido sea competente y
sobresaliente en el área (sólo miren muchos puestos de funcionarios, ganadores
de premios y becas de arte, cultura e investigación, directores de organismos e
instituciones).
No
niego que las personas nos inclinamos a los polos y adoptamos ideologías, pero
eso es por nuestra visión sesgada de la realidad (la que crea las falacias de
las que les platiqué) con la que nos auto etiquetamos (y es mucho trabajo salir
de ello). Los propios partidos nos han mostrado que se mueven según intereses
de poder. En las elecciones pasadas, incluso, hubo quienes sólo adoptaron
posturas e hicieron sus propuestas según los temas en boga, pero sin realmente
considerarlos a fondo. En Puebla se dio a conocer la postura de los candidatos
en relación a los derechos de la población LGBT+ y las respuestas eran
imprecisas, hacían notar que sólo se respondía lo que se esperaba, pero quizás
ni lo entendían o hasta ni les ha interesado como cuestión social y humana.
Que
la gente se enfrente por asuntos de partido es el colmo. Los partidos no tienen
siquiera una postura. Se adecua según la ley del juego, la carrera que es la
política.
Pelear
por pseudo ideologías que no están ni definidas y que un país esté fragmentado
por esa ilusión, hace muy miserable y absurdo el ser parte de la polis. La política suele ser un medio
para cumplir la ilusión de estar en la mira y enriquecerse, pero pocas veces
hay un progreso genuino en lo que se refiere al orden y bienestar social.
Más
que decir que somos un país mestizo, rico por su pluralidad, podemos decir que
somos un país separado por su discriminación y conservadurismo. En lugar de
defender de manera comprometida los abusos contra nuestro bienestar y el del
espacio natural que nos sostiene (como hicieron en 2011 en San Francisco
Cherán), nos pintamos el rostro de algún color y nos lanzamos a la guerra
contra nuestro propio reflejo.
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