Cada dos semanas, una lengua desaparece definitivamente, y con ello —decĂa en 2018 la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay— un pedazo de la historia y de nuestro patrimonio cultural e intelectual.
Para Irene Guadalupe, hablante del Ngiba del Poniente —variante a punto de desaparecer—, esto significarĂa dejar de ver, sentir, respetar y conectarse con el mundo como sĂłlo su lengua se lo permite.
“No puedes traducir estos sentimientos al español: el sentir de la tierra, del universo, que te dicen cĂłmo vas a sembrar, cuĂĄndo lo vas a hacer, cĂłmo solicitas los permisos (al universo) y cĂłmo vas interpretando todas esas señales que el panorama te estĂĄ dando para hacer y para vivir.”
Originaria del barrio de San Antonio Tierra Colorada, en Santa Inés Ahuatempan, tuvo que aprender la lengua por sus propios medios, pues su familia inmediata no quiso enseñarle cuando era niña.
“Mis abuelos y mis tĂos me dicen que el no enseñar la lengua fue la forma que encontraron para proteger a sus hijos y sus nietos de la discriminaciĂłn que ellos vivĂan en el pueblo; les cortaban las trenzas...”
La situaciĂłn ha cambiado, asegura Irene, pues ahora sus abuelos hablan con ella incluso en la calle: “ya no se sienten avergonzados, empezaron a entender que a mĂ me gusta, que para mĂ es importante reafirmar mis orĂgenes”.
Sin embargo, reconoce, su situaciĂłn se aleja mucho de la realidad de otras familias que no son conscientes de la necesidad de revitalizar la lengua, de exigir que existan profesores bilingĂŒes en la primaria local —adonde muchas veces llegan docentes que sĂłlo hablan español o que no hablan la variante correcta—, lo que se suma a la dificultad natural de aprender una lengua oral, tonal, que requiere especial atenciĂłn y cuidado al momento de enseñarla.
En 2012, el Instituto Nacional de Lenguas IndĂgenas (INALI) registraba 504 hablantes del Ngiba del Poniente en seis localidades en Puebla; del total de personas que se identificaban como parte de la etnia, sĂłlo 15 por ciento se declaraba hablante, situaciĂłn que no ascendĂa a mĂĄs de 2.18 por ciento en el caso de niños de 5 a 14 años.
Esta variante, de acuerdo con la graduaciĂłn del INALI, es la Ășnica del estado que se encuentra en muy alto riesgo de desapariciĂłn.
“Preservar es transmitir”
Evelia HernĂĄndez JuĂĄrez, subsecretaria de Asuntos IndĂgenas de la SecretarĂa de GobernaciĂłn, asegura que es necesario que el conocimiento emanado de las comunidades pueda ser difundido y sobre todo traducido, atendiendo a una obligaciĂłn inscrita en la Ley General de Derechos LingĂŒĂsticos y en el Convenio 169 de la OrganizaciĂłn Internacional del Trabajo (OIT), instrumentos que ademĂĄs prevĂ©n que todo trĂĄmite y documento gubernamental estĂ© cultural y lingĂŒĂsticamente adaptado.
“Se deben hacer censos, por ejemplo en los hospitales, donde hay mĂ©dicos y enfermeras que vienen de comunidades indĂgenas y saben hablar la lengua, pero por la discriminaciĂłn que ha habido, no lo dicen,” comenta Evelia, para quien sĂ se puede lograr partiendo de experiencias regionales, como la ecuatoriana, que un dĂa cualquier persona que se comunique a una escuela, hospital o dependencia pueda ser atendido en su lengua materna.
“Que la gente se empiece a acostumbrar a que existimos” es el primer paso, estima la subsecretaria, toda vez que una polĂtica pĂșblica de preservaciĂłn de las lenguas maternas tiene que pasar obligatoriamente por un cambio en la forma en cĂłmo desde las ciudades se ve a los pueblos, a los hablantes de una lengua originaria.
“Que vean a una persona con su ropa de la regiĂłn, hablando su lengua y lo vean como a un hermano, como a un compañero; no como a un extraño.”
MĂ©xico cuenta con 68 lenguas o grupos lingĂŒĂsticos, que su vez comprenden a alrededor de 364 variantes; es decir, 364 formas de nombrar a las cosas.
De acuerdo con el INALI, existen cuatro grados de riesgo: No Inmediato, Mediano, Alto y Muy Alto; este Ășltimo si la variante lingĂŒĂstica tiene menos de mil habitantes, la poblaciĂłn de entre 5 y 14 años es menor a 10 por ciento de su poblaciĂłn y cuando el nĂșmero de localidades donde se habla es menor a 20. El nĂșmero de variantes con estas caracterĂsticas, incluyendo el Ngiba del Poniente, es de 64.
En la entidad, refleja la Ășltima intercensal del Inegi, conviven 656 mil 400 hablantes de lenguas originarias, lo que representa 11.26 por ciento del total de la poblaciĂłn.
No obstante, y aunque no hablen una de las siete lenguas de la regiĂłn: NĂĄhuatl, Totonaco (Tutunakuj), Mazateco (Ha shuta enima), N’giwa (Popoloca), OtomĂ (HñÀhĂ±ĂŒ), Ăuu Savi (Mixteco) y Tepehua (Huamaispini), existen quienes se autoadscriben como indĂgenas, elevando la cifra anterior a mĂĄs de 2 millones 293 mil personas (37.17%) que se identifican con esta raĂz profunda.
0 Comentarios