
Por el año de 1900 la familia de don Olegario, que por cierto era muy numerosa sufrÃa continuamente de hambre y frÃo debido, principalmente, a que el dinero no abundaba ya que él trabajaba cortando leña y la vendÃa de puerta en puerta en las casas de San Pedro y San Andrés Cholula, regresando a veces con sus manojos sin haber podido vender nada.
Sucedió en una noche que no podÃa dormir por la desesperación de sus grandes problemas económicos. Salió de su jacal, que se encontraba afuera del antiguo barrio de San Cristóbal Tepontla, estando parado en su patio rodeado de cactus y nopales. De pronto, percibió una sensación de miedo y de deseo de ir hacÃa el camino que conducÃa a la cima del cerro Zapotecas.
Sin mucho pensarlo empezó a caminar cuando de pronto se encontró de frente con un individuo alto, delgado, con bigote muy grande y retorcido por la parte superior. Vestido totalmente de negro con capa roja sombrero de copa y bastón.
Se dirigió a Olegario con voz familiar de la siguiente manera:
-¡Conozco tus problemas!, ¡SÃgueme!, ¡Yo te voy a ayudar!.
Sin pensarlo mucho, Olegario caminó atrás del desconocido que empezó a escalar por la ladera del Zapotecas y de manera extraña no experimentó ningún cansancio. En un abrir y cerrar de ojos llegaron a la cima y empezaron a introducirse a una cueva, que en apariencia tenÃa poca profundidad, pero que en realidad conducÃa a las entrañas de la tierra.
En punto de las 12 de la noche llegaron a una amplÃsima sala bellamente decorada en tonos rojos, dorados y negros, en cuyo centro se situaba un lujoso trono. Sentado en él un personaje similar al que acompañaba a Olegario y otros miles a su alrededor todos los cuales cantaban y alababan al personaje del centro:
-¡Oh! Luzbel, Luzbel, eres nuestro rey.
Olegario fue invitado a acercarse al trono y en un instante se vio involucrado en los gritos y vivas, y en otro estaba tirado escurriendo de sangre y salpicados los pies del personaje del trono, el cual le dijo:
-¡Desde este momento eres mÃo, y te daré todas las riquezas que jamás has soñado!.
Pero, eso sÃ, cada noche de luna llena deberás venir a adorarme.
En ese momento, Olegario se desmayó y al otro dÃa despertó en su cama. Su esposa tampoco supo decirle a la hora que regresó ni como se habÃa acostado.
Olegario sentÃa un agudo dolor en el lado izquierdo del pecho a la altura del corazón. Se quitó la camisa de manta y notó que tenÃa una pequeña herida en forma de L, lo que le recordó que lo vivido la noche anterior, no habÃa sido un sueño.
Un sudor frÃo empezó a escurrir en todo su cuerpo, y se incrementó más cuando uno de sus hijos entró corriendo al jacal para decirle que en patio se habÃa abierto un hoyo muy profundo.
Se levantó rápidamente de su petate, corrió al lugar donde le enseñaba su hijo y encontró barriles llenos de monedas de oro. Sobreponiéndose a su miedo, les pidió a sus familiares guardar el secreto. Se cambiaron de lugar de residencia y empezó a comprar propiedades de diversos tipos, el nivel de vida de sus hijos y esposa se elevó totalmente olvidando la pobreza y las carencias.
Para Olegario la vida no cambio. El siempre andaba con la misma ropa demacrado y cabizbajo, y el dÃa posterior a la noche de luna llena, siempre se encontraba enfermo, en cama y visibles huellas de tortura y sufrimiento.
¿Valdrá la pena tanta riqueza?.
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