Un presunto ladrón fue linchado en el municipio de Zacapala, donde los pobladores primero lo torturaron y lo obligaron a que confesara sobre sus cómplices, después lo dejaron morir mientras suplicaba por su vida.
Todo comenzó el domingo alrededor de las 18:00 horas, cuando presuntamente el hoy occiso y cinco sujetos más llegaron a una tienda de abarrotes, a bordo de un vehículo Pontiac, color blanco.
Una vez que se encontraban en el negocio, sometieron al dueño, a su esposa y a un hombre más, a quienes tuvieron retenidos durante dos horas.
En ese lapso, los sujetos se habrían apoderado de mercancía, objetos de valor y dinero en efectivo.
Presumiblemente, al verse sorprendidos por los habitantes, algunos de los ladrones abordaron el Pontiac y escaparon mientras que otros huyeron en una camioneta del agraviado.
El hoy occiso -de aproximadamente 25 años de edad- no tuvo la misma suerte y fue capturado por los vecinos, quienes lo llevaron hasta la plaza pública, donde lo desnudaron de la cintura hacia abajo, lo amarraron a un tubo y le colocaron un costal en la cabeza.
Cerca de 200 personas se reunieron en el lugar y lo golpearon hasta hacerlo sangrar. A pesar de que el hombre rogaba que ya no le pegaran, la gente no paró.
Debido a que el varón se resistía a hablar sobre los otros rateros, las personas comenzaron a torturarlo con fuego y lo quemaron en algunas partes del cuerpo.
Fue así como lograron que el presunto delincuente les diera la información que querían y después siguieron propinándole golpes hasta que lo mataron.
A pesar de que las autoridades locales y estatales arribaron para dialogar, los inconformes se negaron en todo momento y sólo permitieron que personal de la Fiscalía General del Estado (FGE) llegara hasta el lugar donde se cometió el crimen.
Las autoridades ministeriales hicieron las diligencias de levantamiento del cadáver, pero no hubo detenidos por estos hechos.
El occiso quedó en calidad de desconocido, aunque trascendió que antes de morir dijo a los habitantes que era originario de la ciudad de Puebla y se llamaba Emanuel Hernández.
Una vez que se encontraban en el negocio, sometieron al dueño, a su esposa y a un hombre más, a quienes tuvieron retenidos durante dos horas.
En ese lapso, los sujetos se habrían apoderado de mercancía, objetos de valor y dinero en efectivo.
Presumiblemente, al verse sorprendidos por los habitantes, algunos de los ladrones abordaron el Pontiac y escaparon mientras que otros huyeron en una camioneta del agraviado.
El hoy occiso -de aproximadamente 25 años de edad- no tuvo la misma suerte y fue capturado por los vecinos, quienes lo llevaron hasta la plaza pública, donde lo desnudaron de la cintura hacia abajo, lo amarraron a un tubo y le colocaron un costal en la cabeza.
Cerca de 200 personas se reunieron en el lugar y lo golpearon hasta hacerlo sangrar. A pesar de que el hombre rogaba que ya no le pegaran, la gente no paró.
Debido a que el varón se resistía a hablar sobre los otros rateros, las personas comenzaron a torturarlo con fuego y lo quemaron en algunas partes del cuerpo.
Fue así como lograron que el presunto delincuente les diera la información que querían y después siguieron propinándole golpes hasta que lo mataron.
A pesar de que las autoridades locales y estatales arribaron para dialogar, los inconformes se negaron en todo momento y sólo permitieron que personal de la Fiscalía General del Estado (FGE) llegara hasta el lugar donde se cometió el crimen.
Las autoridades ministeriales hicieron las diligencias de levantamiento del cadáver, pero no hubo detenidos por estos hechos.
El occiso quedó en calidad de desconocido, aunque trascendió que antes de morir dijo a los habitantes que era originario de la ciudad de Puebla y se llamaba Emanuel Hernández.
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